sábado, 10 de agosto de 2013

(136) BARENBOIM EN SEVILLA. TEATRO MAESTRANZA. 9 de AGOSTO 2013

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Tengo que reconocer que ante el "asunto Barenboim" no tengo una posición demasiado clara. Aunque por mi trabajo, directamente relacionado con la enseñanza musical, y por mis vínculos con la ROSS pudiera parecer que, en un principio, debiera estar más próximo a las posturas que desaprueban el gasto que supone esta aventura de la WEDO y que, al parecer, tanto interfieren en nuestras orquestas y conservatorios, sin embargo, no creo que la renuncia a don Daniel y a sus músicos nos vaya a devolver a los profesores, ya sean estos de aula o de atril, ni un solo euro de los muchos de los que ya hemos sido privados.
Algunos de estos pensamientos rondaban por mi cabeza ayer al inicio del concierto cuando nada más comenzar a sonar los primeros compases de la obertura de las Vísperas Sicilianas de Verdi todos ellos fueron sustituidos por la grata sorpresa de comprobar que me encontraba ante una fabulosa agrupación y, sobre todo, por la certeza de que me hallaba, una vez más, ante una de las más grandes batutas de nuestro tiempo.
Desde el ensoñador lirismo de los preludios de La Traviata hasta el vibrante dramatismo de la obertura de La Forza del Destino todo fue explicado de forma magnífica con un perfecto equilibrio entre el gran virtuosismo y la más exquisita musicalidad que los pentagramas escritos por Verdi requieren. Para el recuerdo quedan las líricas frases de los violoncellos y el electrizante, y rossiniano, crescendo en la obertura de las Vísperas o el emocionante pero contenido coral  entonado por todos los metales en la obertura de la Forza. ¡Qué breve y a qué poco me supo todo, la verdad!
La endiablada obra, en todos los sentidos, escrita por Héctor Berlioz en 1830(!) sin ser obra santo de mi devoción permitió al director argentino-israelí-etc, etc, tal despliegue de recursos, de detalles y de matices dichos con tanta maestría y tan asombrosos todos ellos que no tuve más remedio que claudicar ante el enorme espectáculo sonoro al que estaba asistiendo (¡Qué maravilla de vals!). Una vez más el virtuosismo y la música se daban la mano a un altísimo nivel permitiendo el lucimiento de todas y cada una de las secciones de la orquesta.
Como propina músicos y director nos fueron regalando, una a una, y ante un público entregado la casi totalidad de los números que integran la primera suite de Carmen de Bizet donde la belleza del maravilloso intermedio nos dejó a más de uno con el corazón encogido.
En resumen, un brillante broche para una gran noche de música a lo grande.

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