lunes, 29 de septiembre de 2008

(50) TEATRO REAL: "Un ballo in maschera" o cómo asistir al estreno de una ópera por 14€



Después del bajón de la entrada anterior (49),
¡vaya con la cancioncita de Hugo Wolf!, nada
mejor para recuperar la moral que un buen chute
de Don Giuseppe: el "ballo in maschera" con
el que el Teatro Real abría su temporada. Y ya
que mi viaje a Madrid se frustró al menos
me quedó el consuelo de asistir, gracias a la
invitación de mi querida hermana Cristina,
a uno de los experimentos más curiosos de los
últimos años: la ópera retransmitida en directo
por satélite y en una sala de cine, el "Nervión
Plaza" para ser más exactos.

El final del segundo acto, sin duda lo mejor de la representación.
A la derecha, en el reproductor Deezer, podéis escuchar el apasionado
preludio de este segundo acto y el genial concertante, uno de los
números más logrados de Verdi, donde, como dice el texto ("la tragedia
mutò in commedia") lo humorístico y lo trágico se combinan de forma
magistral.

Lo cierto es que todo funcionó mejor de lo que
esperaba, aunque el cava y los canapés que
repartieron y que eran contemplados por el
público de las otras salas con cierta perplejidad
me hicieron sentir un poco ridículo, la verdad.
La calidad de la retransmisión fue bastante buena,
tanto en la imagen como en el sonido, si bien hay
que agradecer que no se tratara de una ópera de
Wagner pues el volumen estaba tan alto que a veces,
sobre todo en el primer acto, daba la impresión de
que el evento estaba patrocinado por una marca de
sonotones.

Violeta Urmana en el Teatro Real de Madrid. Si quieres leer
la entrevista que le hace Jesús Ruiz Mantilla para EL PAÍS, pincha.

Bueno, y ahora ¿por dónde empiezo? Creo que
lo mejor será poner a parir un poquito, una vez
más, al escenógrafo. ¿Cómo alguien puede dejar
escapar de esta forma las mil y una posibilidades
que esta ópera encierra? Ni el antro de Ulrica tuvo
nada de satánico ni de misterioso, ni el famoso
baile el color y la brillantez que todos estábamos
esperando. Y por otra parte, ¿por qué ambientar
la acción en los Estados Unidos de 1870? ¿qué
diablos pinta un conde en el gobierno de la república
americana? Suponemos que en el programa estará
la clave para descifrar este despropósito pero me
niego a escuchar a Verdi con el manual de instrucciones
en la mano. En fin, una vez más nuestros queridos
escenógrafos dando palos de ciego. Tan sólo algunos
aciertos en el segundo acto, el más logrado escénica y
musicalmente, pero, en verdad, nada que no hayamos
visto ya cien veces.

Y a continuación, algunos fragmentos de la ópera
encontrados en YouTube. Para empezar, nada mejor
que el dúo de los protagonistas en el segundo acto, quizá
el mejor dúo junto con el de Otello. Aquí están Ricciarelli y
Domingo que creo que no lo hacen nada mal:



Con respecto a las voces podemos decir que el nivel
fue altísimo, si bien una, a veces, distante y encorsetada
Violeta Urmana (¡qué instrumento tiene esta mujer!) y
un, a ratos, amanerado e histriónico Marcelo Álvarez
chocaron en los maravillosos momentos en los que
cantan a dúo, aunque, para ser justos, el bueno de
Marcelo con los años va ganando en calidad (una de
las voces más hermosas de hoy) y... me temo que
también en kilos. En YouTube he encontrado una
representación suya en la Bastilla del pasado año que
aquí os dejo para que os hagáis una idea:



El otro Álvarez, Carlos, canceló por enfermedad y fue
sustituido por el Renato del segundo reparto, el italiano
Marco Vratogna, de timbre muy verdiano pero que en
sus dos arias estelares dejó al descubierto grandes
limitaciones vocales.

En cuanto a la dirección de Jesús López Cobos tan
sólo diré... que hizo su versión. No es la sala de un
cine el lugar más indicado para apreciar las maneras
de un director de orquesta pero lo cierto es que ayer
el ritmo, el humor, el nervio y la vitalidad que vibran
dentro de la ópera de Verdi, "el más melodramático
entre todos los melodramas" según Gabriele D'Annunzio
y quizá la más teatral de entre todas las óperas del genio
de Busetto, quedaron un poco difuminados. Pero para ser
justos también tengo que decir que tanto orquesta como
coro (muy bien el coro del real, por cierto) sonaron bajo
su batuta de forma impecable.
Por cierto Iñaki, hecha mi crítica/crónica aquí te dejo para
que la disfrutes la de nuestro querido amigo Vela del Campo.
N.B: que conste que sólo la he leído una vez terminada la mía.


Para ilustrar un poco más acerca de esta genial obra,
y sin ánimo de comparar, el final de la primera escena
del acto primero, quizá el fragmento más vibrante, alegre
y pletórico de toda la producción verdiana, en una versión
dirigida por Solti:



Y para que tengáis una idea de lo que de vez en cuando
puede llegar a ser la Ópera de verdad os dejo con
Luciano
Pavarotti y su aria "ma se m'è forza perderti"
y el genial paso
de ésta a la escena del baile...por cierto
que en esta ocasión
también dirige Abbado. Lástima que
el vídeo se corte en
pleno clímax. En esta escena,
auténtico subidón verdiano,
la exaltación lírica del tenor
y el efecto que en el oyente
produce son similares a otro
gran momento de Verdi, el famoso
"amami, Alfredo!":

Si, rivederti, Amelia,
E nella tua beltà,
Anco una volta l'anima
D'amor mi brillerà.


Momentos como éste me recuerdan (¿pero alguna vez
llegué a olvidarlo?) por qué mi blog se llama así y por
qué en mi personal decálogo existencial reluce en letras

de oro este primer mandamiento:
"amarás a Verdi sobre todas las cosas"






sábado, 27 de septiembre de 2008

(49) HUGO WOLF: "Italienisches Liederbuch"





Hugo Wolf (1860-1903)



Wie lange schon war immer mein Verlangen:
Cuanto tiempo hace que dura este anhelo:

Ach wäre doch ein Musikus mir gut!
¡Ah, si al menos un músico me amara!

Nun ließ der Herr mich meinen Wunsch erlangen
Ahora el Señor me ha concedido ese deseo

Und schickt mir einen, ganz wie Milch und Blut.
Y me envía uno, hecho de sangre y leche.

Da kommt er eben her mit sanfter Miene,
Ya llega hasta aquí con aspecto gentil,

Und senkt den Kopf und spielt die Violine.
Y baja la cabeza y toca el violín.

Marc Chagall. "El violinista verde" (1923)

Comparadas con la grandilocuencia de las óperas
de Wagner o de las sinfonías de Brukner o de
Mahler las canciones de Hugo Wolf sorprenden
tanto por la concisión de medios, una voz y un
piano, como por la brevedad de su duración, poco
más de dos minutos. Todo ésto, que ya es asombroso
de por sí, no sería mérito suficiente si no fuera por
la gran fuerza expresiva y la alta calidad que en tan
poco espacio y tiempo encierran estos pentagramas.

Entre 1891 y 1896 compone Hugo Wolf el “Italianische
Liederbuch” (Cuaderno de canciones italianas), ciclo
basado en poemas anónimos italianos traducidos al
alemán por Paul Heyse. Cada una de las canciones
encierra un pequeño microcosmos de asombrosa
sencillez pero repleto de una gran cantidad de detalles
y matices, y a veces, como en el caso que nos ocupa
hoy, provocando sensaciones encontradas que generan
en quien las escucha una enorme inquietud.
La capacidad
de concentración de Wolf es tal que en apenas una hora
y cuarto que dura el ciclo completo el autor consigue crear
hasta 46 canciones de carácter completamente diverso:
la ternura, la nostalgia, lo cómico y hasta lo grotesco se
describen en estas pequeñas obras maestras como
nunca hasta entonces habíamos escuchado presagiando
en gran medida los movimientos expresionistas que aún
estaban por llegar.



Dos fotografías de Hugo Wolf tomadas en al asilo de Viena
donde pasó internado los tres últimos años de su vida.

La que hoy nos ocupa, “Wie lange schon war…”, ocupa el
número 11 de la lista y en ella se nos cuenta el lamento de
alguien que busca desesperadamente el amor (¡aunque
sea el de un músico!) El Señor se apiada de la pobre infeliz
(suponemos que sea una mujer) y le envía a un violinista
de aspecto un tanto siniestro (todo como de sangre y leche,
según la traducción literal). Hasta aquí todo más o menos
normal, pero una vez que la soprano deja de cantar cede
el turno a nuestro amigo el violinista que comienza a tocar
su instrumento sin demasiada fortuna, la verdad.

La desfigurada melodía ejecutada a trompicones y llena de
falsos acentos (y eso teniendo en cuenta que el piano
no puede desafinar) termina con un intento de trino de
lo más cómico.

¿Tendrá algo que ver nuestro violinista con el que
aparece
junto a Arnold Böcklin (1827-1901) en su
autorretrato de
1872?

Sin embargo una vez escuchada la supuesta broma el
sabor que nos deja la canción es bastante amargo.
¿Qué intenta contarnos Wolf en estas últimas notas?
Al inicio de la partitura el autor no deja dudas sobre lo
cómico de la pieza (muy tranquilo y no sin humor), aunque,
al mismo tiempo, pide al intérprete buenas dosis de
sentimiento (gefühlvoll).

Italienisches Liederbuch (2ª parte)



¿Tenemos que sentir junto con la protagonista la gran
frustración que el amor nos puede llegar a producir
después de haberlo buscado con tanta insistencia?
¿O quizá sea tan sólo una broma (¡pobres violinistas!)
acerca de lo que podemos llegar a rebajarnos a la hora
de buscar pareja? -el idealizado amante pasa a ser un
pobre músico, luego éste resulta ser… ¡violinista! y, por
último, descubrimos qué clase de “virtuoso” es.
Bueno, bromas aparte, creo que la próxima vez que la
oiga seré más positivo y pensaré en mis alumnos y en
las “diabluras” que hacen los enanos en clase con su
instrumento. Aunque lo cierto es que ya quisiera el
violinista de la canción tocar como muchos de ellos lo
están haciendo.

Por cierto, un saludo para todos ellos y…¡feliz curso!

jueves, 25 de septiembre de 2008

(48) MUSCADINES & MERVEILLEUSES




Dos ejemplos de cómo vestir a la moda en la Francia del
Directorio


Ejecución de Robespierre (1794)

Nunca termina de sorprenderme lo fina que puedellegar a ser la linea que separa los más terribles acontecimientos históricos de los más frívolos e intrascendentes. Supongo que este debe ser elrecurso que la humanidad ha utilizado durante estosúltimos siglos para evitar que la civilización llegara aperder "definitivamente" la cabeza.
El 10 de Thermidor del año II (28 de julio de 1794)era guillotinado en la plaza de la Revolución, actual plaza de la Concordia de París, Maximilien deRobespierre. Aún no habían transcurrido ni veintemeses desde que en el mismo lugar sufriera lamisma suerte Luis XVI. Con su muerte terminaba elperiodo más intenso de todo el proceso revolucionariopero también el más represor y sangriento y que seríaconocido como “el Terror”.
La llegada de un nuevo tipode represión, el llamado “terror blanco”, aunque supusoel fin para la mayoría de los jacobinos que habían detentado el poder junto a Robespierre y un importante frenazo en el impulso revolucionario, sin embargo trajo a la sociedad parisina una cierta estabilidad que desdehacía años gran parte de la sociedad, sobre todo la alta burguesía, reclamaba.
Esta vuelta a una relativa normalidad donde poco a pocolos simpatizantes realistas volvían a dar señalesde vida, cuando no directamente regresaban a Franciatras años de exilio, y donde, aunque parezca difícil decreer, gran cantidad de burgueses gracias a la revoluciónse habían convertido ahora en ricos propietarios hizoresurgir la hasta entonces devaluada vida social parisina.
Durante los años siguientes la enriquecida burguesía comenzó a dilapidar su fortuna antes de que pudieranperderla junto con sus cabezas en la próxima revolución. De esta forma los casi cuarenta teatros existentes en París, los cafés, bulevares y jardines volvieron a ser punto deencuentro de lo más elegante de la sociedad.
La nueva moda de influencia romana nacida con la revolución eraadoptada por las altas damas ahora sin ningún tipo depudor mientras las clases más pobres volvían a sus miseriasen espera de tiempos mejores. Buscando el merecido consuelo tras largos meses de penurias comenzaron a celebrarse en París los llamados“Bailes de Víctimas” (les Bals des Victimes) a donde sóloles era permitido asistir a aquellos que pudieran demostrarhaber perdido a algún familiar durante el Terror. A estos bailes acudían las damas con sus nuevos peinados a imitación deaquellos que “lucían” las condenadas camino de la guillotina,es decir, dejando la nuca despejada para facilitar el trabajode la cuchilla. Para completar “le toilette du condamne” nada mejorque una cinta de raso roja en la garganta a modo de …ya podéis imaginar qué.

"¡Ah, qué viento! Es increible".
Caricatura publicada en París en 1797 y en la que se ridiculiza a una merveillieuse que ve como su peluca sale despedida por el viento mientras un incroyable comenta lo terrible de la situación al son de su frase preferida.


Ahora los Muscadines, también conocidos como “Incroyables”, podían lucir sus encantos por todo París sin temor a ser insultados por los “sansculottes”. El primer mote hacía alusión al empalagoso perfume de almizcle (musk) al que los realistas eran aficionados mientras que el segundo tenía que ver conl a peculiar manera de pronunciar la muletilla “c’est in’oyable”.Vamos, como el famoso y super pijo “o sea” pronunciado en plan gangoso de hoy en día o el no menos cursi “divinamente”.


El equivalente femenino de estos personajes lo formaban las
denominadas "Merveilleuses". Estas maravillosas mujeres
llevaron la costumbre de vestir a la griega hasta sus últimas
consecuencias llegando a ser centro de admiración pero también
de parodia y crítica en la prensa de la época. En la ilustración un
incroyable ofrece una moneda a una indignada merveilleuse a la
que ha tomado por una señorita de la vida.


Aunque los británicos estaban en guerra contra la República
desde hacía varios años las damas inglesas como el resto de
las europeas se apuntaron al gusto por la moda, que no sabe
de conflictos políticos, neo-griega. Sin embargo, los diarios no
aceptaron estas nuevas costumbres tan fácilmente.


Teresa Cabarrús (1773-1835)

Protagonista indiscutible de estos tumultuosos años es la
española Teresa Cabarrús. Famosa por sus numerosos
escándalos amorosos así como por los protagonizados gracias
a lo atrevido de su vestuario. Desde su salón regentaba
una pequeña corte verdadero centro de poder en el París
del Directorio. Pero, ¿qué es lo que hacía tan especial
a esta mujer? Sin duda su inteligencia y singular belleza.
Con tan sólo veinte años nos la encontramos prisionera
durante los años del Terror debido a sus simpatías por
el partido girondino y por haber facilitado la liberación y
huida de varios realistas. Amante de uno de los principales
opositores a la política de Robespierre, Jean-Lambert Tallien,
se cree que su liberación fue uno de las principales causas de
la detención y ajusticiamiento del "incorruptible" Maximilien,
motivo por el cual desde ese instante sería conocida como
"Notre Dame de Thermidor".
Como podemos ver no sólo la moda quiso en estos años
evocar la antigua Grecia sino que también ahora era la belleza
de una mujer la que, emulando a la bella Helena, cambiaba
el curso de la Historia.



jueves, 18 de septiembre de 2008

(47) THOMAS LAWRENCE: el pintor de la Regencia



Sir Thomas Lawrence (1769-1830) Autorretrato


El lamentable estado mental que el rey Jorge III presentaba
en
1811 obligó al parlamento británico a nombrar como
regente a
su hijo y heredero Jorge. Este periodo que se
prolongó
durante algo menos de una década hasta la
muerte del rey en
1820 se conoce hoy en día como
"Regencia" aunque algunos
historiadores lo prolongan
hasta el final del reinado de Jorge IV
en 1830.


Dos retratos del Príncipe de Gales, futuro Jorge IV.
El primero
de 1814, año en que es nombrado caballero
de la orden del
Toisón de oro, collar que ya luce en el
segundo. Es de suponer que ambos retratos satisfarían
plenamente al vanidoso príncipe.

Importantes artistas de todas las ramas del arte, sobre
todo en literatura, arquitectura y decoración, con el firme
apoyo del príncipe Jorge consiguieron hacer de estos
años una época con un estilo propio que llegaría a ser
conocido como “estilo regencia”. En 1811 Thomas Lawrence
ya era conocido en Londres como un gran pintor digno
heredero de los talentos de los otros dos grandes genios
del retrato inglés: Gainsborough y Reynols; convirtiéndose
en 1792 tras la muerte de este último en uno de los
pintores preferidos de Jorge III. Pero no sería hasta 1814
que alcanzaría la cima de su fama tras el encuentro con el
príncipe regente y la realización de varios retratos del
heredero. Para entonces el príncipe Jorge ya era todo un
dandy obsesionado con la tarea de convertirse en el
miembro de la realeza más elegante de toda Europa.
Para tan elevado propósito nada mejor que contar
con la inestimable colaboración de uno de los
personajes más curiosos del Londres de entonces:
George Brummel.
Cuando uno se coloca por primera vez ante un cuadro
de Lawrence no sabe muy bien qué es lo que más nos
asombra. Por una parte encontramos una perfección
en el dibujo y en la composición ciertamente admirables.
De otra la libertad en la pincelada, de suelto trazo pero
precisa, unida a un tratamiento del color de una
elegancia casi velazqueña. Y por último, lo que
podríamos llamar el “toque Lawrence”, el increíble poder
de captación de la personalidad del retratado: la elegancia
y la distinción en los retratos masculinos; el encanto y la
sensualidad en los femeninos; y la ternura y la inocencia
de los retratos infantiles. Pero quizá la característica
principal y común a todos ellos sea el gran poder de
seducción que estos cuadros poseen sobre quien los
contempla. La última cualidad, la que evidentemente
define a todo buen retrato aunque hoy no podamos
certificarlo, es el gran parecido que según las crónicas
éstos guardaban con sus modelos. Prueba de todo ello
son las palabras de Walter Scott para quién la mejor
forma de conocer a alguien, si no había posibilidad de
un encuentro personal, era a través de los cuadros de
sir Thomas Lawrence.

Retrato de William Lamb


El Duque Armand de Richelieu (1795)

Arthur Wellesley (1769-1852). Primer Duque de Wellington

Arthur Atherley en 1791

Retrato de caballero (1805)

El retrato de Charles William Bell de 1796, uno de mis
preferidos, reune por si solo las principales virtudes de
la pintura de Lawrence: la libertad de la pincelada y la
sencillez de la composición que nos lleva a prestar toda
nuestra
atención sobre el rostro del modelo; el rico
contraste
cromático entre el rojo del fondo, el verde ceniza
de la
chaqueta y el blanco de la corbata; y, por último, la
mirada
perdida de Charles que al no dirigirla directamente
a
l espectador le confiere un aire plenamente romántico

George James Welbore Agar-Ellis


Robert Stewart (1769-1822), Segundo Marqués de Londonderry (1809)

Y aquí, el cuarto Marqués de Londonderry (1818) un joven Frederick William Steward, a la edad de trece años

El joven michael Daintry en 1810 con su uniforme de
aspirante a oficial de marina

1818. Retrato de George Charles Pratt

1800. El explorador escocés Alexander McKenzie


Viendo el retrato de David Lyon pintado en 1824 y que hoy
podemos contemplar en el museo Thyssen de Madrid se
comprende la sofisticación que imperaba en la moda
masculina durante la regencia. Nuestro amigo viste los
modernos pantalones que pocos años antes Brummell pusiera
de moda.

DIBUJOS

Prácticamente autodidacta, salvo sus años de estudio
en la Royal Academy (1787-1790), desde su más
temprana infancia demostró sus habilidades para
el retrato con lápices de cera y ya a los trece años
realizaba retratos con esta técnica al precio de una
guinea. Aquí os dejo algunas muestras de su talento.

Autorretrato

Isaac Cuthbert

Thomas Campbell (1809)

Adams Sydenham

Condesa Therese Czernin

Frederic Lock of Norbury Park

La gran tradición inglesa del grabado no tardó en llevar
a las prensas los ya famosos retratos del pintor de
Bristol.
A continuación, algunos ejemplos.



Retrato de una joven

Henry, Barón de Brougham y Vaux

Humphry Davy (si quieres ver todos los detalles del grabado
pincha sobre la imagen)


EL RETRATO FEMENINO

Lady Peel (1827)

El retrato de la actriz Elizabeth Farren (1790) representa
el primer gran éxito del pintor y el inicio de su carrera
como retratista de la alta sociedad del momento

Mary, condesa de Plymouth (1817)

La condesa de Blessintong (1822)


EL RETRATO INFANTIL

Master Charles William Lambton (1825)

Napoleon-François Bonaparte (1818)

Uno de los retratos más curiosos de Sir Thomas, en el que descubrimos a un joven Rey de Roma, de tan sólo siete años de edad, ya exilado en Austria junto a su madre, la emperatriz Maria Luisa.
Napoleón II, como Bonaparte hubiera deseado que fuera conocido su hijo tras su segunda, y definitiva, abdicación nunca llegaría a reinar muriendo tempranamente a los veintiún años de edad. En 1940 Hitler entregó sus restos a la república francesa, en un más que discutible gesto, permitiendo, de esta forma, que descansaran junto a los de su padre en "Los Inválidos" de París.

Las hijas de la familia Calmady, Emily y Laura Anne (1825).
Uno de los retratos más encantadores del pintor y, según sus
propias declaraciones, su favorito. (La reproducción es bastante
buena, por lo que os recomiendo que pinchéis sobre la imagen
para disfrutar de todos los detalles de este precioso retrato)

Miguel Ángel, "Tondo Doni" (1504). No sé si en su visita a
Italia, en 1818, Thomas tuvo ocasión de acercarse a Florencia
y visitar esta famosa tabla de Miguel Ángel. De todas formas
las similitudes entre ambos cuadros son tantas (el formato
circular, el escorzo de la rodilla de ambos niños, el uso del
celeste y el rosa) que es imposible no caer en la tentación de
compararlos.

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