viernes, 29 de agosto de 2008

(39) KENNST DU DAS LAND?

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Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)
Joseph Karl Stieler (1828)


Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn,
Im dunklen Laub die Gold-Orangen glühn,
Ein sanfter Wind vom blauen Himmel weht,
Die Myrte still und hoch der Lorbeer steht?
Kennst du es wohl?
Dahin! dahin
Möcht ich mit dir, o mein Geliebter, ziehn.

Kennst du das Haus? Auf Säulen ruht sein Dach.
Es glänzt der Saal, es schimmert das Gemach,
Und Marmorbilder stehn und sehn mich an:
Was hat man dir, du armes Kind, getan?
Kennst du es wohl?
Dahin! dahin
Möcht ich mit dir, o mein Beschützer, ziehn.

Kennst du den Berg und seinen Wolkensteg?
Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg;
In Höhlen wohnt der Drachen alte Brut;
Es stürzt der Fels und über ihn die Flut!
Kennst du ihn wohl?
Dahin! dahin
Geht unser Weg! O Vater, laß uns ziehn!


¿CONOCES LA TIERRA...?

¿Conoces la tierra donde florecen los limoneros,
las doradas naranjas relucen entre sombrías hojas,
donde una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
y se encuentra el silencioso mirto y el frondoso laurel?
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacia allí
quisiera andar junto a ti, amado mío!

¿Conoces la casa? Sobre columnas descansa su techo,
la sala resplandece, el aposento brilla
y los bustos de mármol me miran y preguntan:
¿Qué te han hecho, pobre criatura?
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacía allí
quisiera andar junto a ti, mi protector!

¿Conoces la montaña y su sendero entre las nubes?
La mula busca el camino a través de la niebla;
en cavernas habita la antigua raza de los dragones;
¡al abismo se arroja la roca y sobre ella el torrente!
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacia allí
se dirige nuestra senda! ¡Oh, padre, vayamos!

DESCARGA: "Kennst du das Land?"
Christine Schaefer/Graham Johnson


DESCARGA PARTITURA (SCHUBERT)

DESCARGA PARTITURA (SCHUMANN)



"Goethe en la campiña romana". Cuadro de Johann Wilhelm
Tischbein
pintado en 1787 durante el trascendental viaje a
italia en el que podemos
observar al poeta alemán emulando
a los senadores de la antigua Roma.
Al fondo se intuyen la torre
de la tumba de Cecilia Metella y las ruinas
de la via Apia antica.

Serigrafía de Andy Warhol inspirada en el famoso retrato (1982).
El siglo XX recreando la recreación de Tischbein.


La tumba de Cecilia Metella por Piranesi (1762)

La plaza del Panteón por W. L. Leitch. (1835)

Un grabado del palacio Madama en Roma por Giuseppe Vasi.
Finales del siglo XVIII. Obras que hicieron furor en Europa
durante todo el siglo y que animaron a un sinfín de artistas
a iniciar su peregrinación.


Ya vimos en entradas anteriores como la obra de Schakespeare
quedó como referente para toda la cultura del siglo XIX.
Pocas figuras podrán con posterioridad equipararse a la suya
y de entre todas es sin duda la de Johann Wolfgan von Goethe la que,
principalmente en el ámbito de la cultura alemana, ha dejado una
imborrable huella. También en Goethe encontramos personajes que
al igual que Hamlet u Otello representan arquetipos a los que el
resto de artistas recurrirán una y otra vez en busca de inspiración.

Máscara mortuoria de Goethe


Y de entre todos ellos es, sin duda, Mignon, la desventurada
muchacha raptada por los gitanos en Italia y llevada hasta
Alemania, la que mejor representa todos los tópicos que un
artista romántico pueda desear: juventud, belleza, nostalgia
por el paraíso perdido y un amor no correspondido. Mignon
es para los artistas alemanes Italia. Y ya sabemos lo que Italia
supone a finales del XVIII para todos los artistas del norte de
Europa. Escritores como los ingleses Percy Shelley, John
Keats, Lord Byron o el francés Stendahl hicieron de sus viajes
por el país transalpino un particular doctorado de obligado
cumplimiento.


Habitaciones ocupadas por el poeta John Keats, en el nº 26 de la
Piazza de
Spagna, durante su estancia en Roma, hoy convertida en
casa-museo




Mignon acompañada de Wilhelm y el arpista


Goethe publicó el texto de “los años de aprendizaje de Wilhelm
Meister” en 1796 y desde entonces no ha habido compositor que
no se haya dejado seducir por las tonadas que la protagonista canta
a lo largo de la obra. Ya en 1809 Beethoven pondrá música, una de
las primeras versiones que se conocen, al poema que nos ocupa:
“kennst du das Land?”. Más tarde vendrán Schubert, Liszt, Wagner,
Mendelsohnn, Hugo Wolf y un largo etcétera que, incluyendo las
traducidas a otras lenguas como la compuesta por Tchaikovsky,
llegará hasta principios del siglo XX con la versión que de ella
hiciera un joven Alban Berg.

Cartel de la ópera "Mignon", ópera estrenada en 1866, del compositor
francés Ambroise Thomas




TRES MÚSICAS PARA UN MISMO TEXTO

De todas las versiones conocidas, más de cincuenta, he escogido
la de tres de músicos pertenecientes a tres generaciones diversas.
Resulta muy interesante comparar la forma en la que estos
compositores tan diferentes en estilos y tan lejanos en el tiempo
se han acercado al poema de Goethe.
Schumann escribe su versión en 1849 dentro del ciclo “Lieder,
Gesänge und Requiem für Mignon, op. 98”. Escrita en la tonalidad
de sol menor un par de compases nos bastan para comprender toda
la añoranza de Mignon por su Italia perdida. Su lamento es dirigido
a su adorado Wilhelm y en él vemos la determinación por volver a
casa, sin embargo, al final la resignación parece envolver a nuestra
joven en una breve coda en la que el piano deja entrever en un
nostálgico eco la melodía inicial.
Como de puntillas aparece por fin el rey del Lied (Ya tendrá tiempo
de hacer una entrada más triunfal). Por ahora nos conformamos con
la versión que Franz Schubert escribiera en 1819 sobre el mismo
texto. Podemos comprobar como la visión que Schubert tiene de
Mignon es mucho más juvenil e ingenua, no olvidemos que en la
novela la protagonista tiene tan sólo doce años, mostrando cierta
intensidad en un breve fragmento en la tercera estrofa que aparece
en modo menor.
Por último tenemos la maravillosa versión que en el año 1888
escribiera Hugo Wolf mucho más densa y atormentada que las
anteriores con continuas modulaciones y cambios en el tempo
y la dinámica propios del postromanticismo donde se enmarca
la obra de su autor.


Dos ejemplos de postales sobre Mignon, en actitud un poco "Lolita",
muy de moda a lo largo de todo el siglo XIX

lunes, 25 de agosto de 2008

(38) EL ETERNO FEMENINO

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“Te he dicho cien veces que ese asunto está ya más que
hablado”. Apenas había comenzado el tercer vals cuando
parándose en seco en medio de la pista y soltando a su
pareja de baile dejó que su voz sonara por encima de la
de los músicos. “Pero, tienes que decírselo o…¿cuánto
tiempo piensas que podemos seguir así?” Replicó su
acompañante. Ahora plantados en mitad de la sala y
ajenos a la música discutían y gesticulaban mientras
soportaban los empujones del resto de los bailarines.
Ella viendo lo estúpido del momento salió corriendo
hacia la terraza. Él poco tardó en alcanzarla.
“Si se entera…su corazón ¿sabes? no lo soportaría,
está tan enfermo” Trató de justificarse mientras temblaba.
Ya se sabe, en Tobelbad las noches de agosto
anuncian que el otoño no tardará en llegar. “Venga,
volvamos. Hace frío y, por cierto, ¿el médico no te recetó
diez bailes cada noche?”dijo él con cara de crío. O al
menos eso era él para ella, un crío. No tanto por sus
veintisiete años, tres menos que ella, sino porque a su
lado sentía que sus últimos años los había compartido
con un anciano. Le miró con ternura mientras le
colocaba el índice sobre los lábios: “calla, bobo”. Caminaron
por el jardín mientras a lo lejos se oía la polka que tan
buenos momentos les había hecho pasar en el balneario.
Mientras paseaban ella le contó el encuentro de Gustav con
un médico que estaba de moda, un tal Freud, y de como su
marido hablaba de no se qué fijación maternal hacia con ella.
“Pero, ¿se lo dirás?” volvió a repetir él. “Oh, ¡por Dios! Walter,
quieres parar de una vez con eso”. “Vamos, Almschi querida…”
no pudo terminar la frase. La mirada verde y fría de Alma se
clavó en la suya mientras la voz con la amargura del
remordimiento dijo: “nunca más vuelvas a llamarme así”.



Alma con su madre y su hermana Grete en 1893




Alma en 1909



Walter Gropius en 1907


Habían pasado más de ocho años desde que Gustav y Alma
se vieran por primera vez y nada para entonces era ya igual.
A pesar de los éxitos y del reconocimiento mundial al genio
del músico en 1910 el distanciamiento entre la pareja era
una realidad.
Aún estaba muy reciente la trágica muerte de su hija María
en 1907 de cuya pérdida Mahler nunca llegaría a recuperarse.
Este gran vacío unido a la obsesiva dedicación por el trabajo
y a los cada vez más frecuentes problemas de salud del músico
habían ido poco a poco enfriando la pasion que Alma sintiera
un día por él.

Mahler y su hija María ("Putzi") en 1905

En el verano de este año Alma decide viajar al balneario de
Tobelbad mientras Gustav da los últimos retoques para el
estreno de su última sinfonía que tendrá lugar en Munich a
principios de septiembre. Allí conoce a Walter Gropius, uno
de los fundadores de la Bauhaus, con el que comienza un
apasionado romance.
Sin embargo, el amor que Mahler siente apenas ha variado
desde que en el verano de 1906 compusiera la obra de la que
ahora, y con la misma pasión que entonces pusiera para su
creación, prepara el estreno.
Mientras Alma vuelve a vivir el amor en los brazos de otro
hombre Gustav escribe por primera vez sobre el encabezamiento
de una obra suya la siguiente dedicatoria:

“Meiner lieben Frau Alma Maria”
(“A mi querida esposa Alma María”)



Al año siguiente, en 1911, fallecería Gustav Mahler que aunque
conocedor en todo momento de la aventura que su mujer
estaba viviendo con Gropius, fue el propio Walter quién por carta
y ante el estupor de Alma le reveló la relación que mantenían,
siempre fue consciente de que nunca podría ofrecerle a su mujer
ni la sensualidad ni la sexualidad que ella, con apenas treinta y un
años, necesitaba.


Gustav Mahler en 1905


Palabras escritas por Mahler sobre el manuscrito de su décima sinfonia:
“¡por ti vivo!, ¡por ti muero!, ¡Almschi!



Más palabras para Alma, ahora en el Scherzo II (4º movimiento):


Du allein weist was es bedeutet. Ach! Ach! Got! Leb'wol mein
Saitenspiel! leb'wol leb'wol leb'wol -- Ach wol. Ach Ach.


Tú sola sabes lo que significa. ¡Ah! ¡Ah! ¡Dios!
¡Adiós mi lira! adiós, adiós--Ah, bien. Ah, Ah.


Alma con las pequeñas María y Anna en 1905

Gustav, Alma y Anna en 1910



Alma y Anna en 1912



Alma y Walter Gropius, ya casados, y con la hija de ambos, Manon, en 1918


“Intenta imaginar todo el universo en círculo y resonando.
No hay voces humanas, tan sólo planetas y soles en un
continuo girar.”

Estas palabras de Mahler acerca de su octava sinfonía
bien podrían ser aplicadas a cualquiera de las demás obras
que completan su producción. Pero es concretamente en ésta
donde el complejo cosmos de Mahler se aleja en cierto modo del
panteísmo habitual para adentrarse en lo puramente musical.
De esta forma parece que el compositor quiera hacer un compendio
de toda la tradición musical europea desde sus orígenes como
homenaje a los grandes maestros del pasado: polifonía del
renacimiento, en el primer movimiento pasando por Bach hasta
llegar a los grandes oratorios y a la ópera del XIX, que tantas
veces dirigiera en la Hofoper de Viena, en el segundo.

Imagen tomada en Munich en 1910 durante uno de los ensayos para el
estreno de la octava



La octava sinfonía de Gustav Mahler es probablemente el
más grandioso homenaje que un artista haya hecho jamás
por amor a una mujer.
Ya vimos algo parecido en UN REGALO DE NAVIDAD,
pero aquí las modestas proporciones empleadas por Wagner
en su "Idilio" se desbordan hasta extremos desconocidos hasta
entonces: ocho voces solistas, dos coros mixtos, otro de niños,
gran orquesta y órgano.
Dos grandes bloques integran la partitura: El primero un canto
al espíritu y al poder creador del artista, basado en el himno
“Veni, creator spirtus”, mientras que el segundo y más extenso
supone una alabanza de lo femenino basada a su vez en la
escena final del segundo Fausto de Goethe.
El poder del genio creador unido al poder del amor encarnado
en la figura de la mujer.
No sabemos cuales fueron las intenciones de Goethe al redactar
su escena final del Fausto. Lo que si es seguro es que al escuchar
el espectacular crescendo final de la octava su corazón acabaría
tan sobrecogido como el nuestro.


CHORUS MYSTICUS:

Alles Vergängliche
Ist nur ein Gleichnis;
Das Unzulängliche,
Hier wird's Ereignis;
Das Unbeschreibliche,
Hier ist's getan;
Das Ewig Weibliche
Zieht uns hinan.

CORO MÍSTICO:

Todo lo perecedero

Es sólo un símbolo;

Lo incompleto,
Se cumple aquí;
Lo inefable,
Se hace realidad;
El Eterno Femenino
Nos lleva hacia lo alto.




GUÍA PARA LA AUDICIÓN:

De todas las muchas versiones que tengo de esta obra
al final he optado por la de Abbado del año 1995 con la
Filarmónica de Berlín. No sé si es la mejor pero, quizá
porque fue la que me dió a conocer la obra, en los momentos
más sublimes es la que más me emociona.
De la hora y media que suele durar su interpretación me
limito al cuarto de hora final. Es suficiente.

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Pista 1. Se inicia con la aparición de la Madre Gloriosa, quien
no es más que la Virgen María convocando a Margarita "a las
más altas esferas". El tenor seguido del coro alaba a la Virgen
con palabras como: Virgen, Madre, Reina, Diosa, etc.
Un pequeño pasaje orquestal (6´16´´), atención al efecto de
la celesta, el piano y el glokenspiel, prepara la entrada del coro.

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Pista 2. El inicio del Coro Místico con el que finaliza la obra
supone todo un ejercicio de virtuosismo dimámico para el
coro. Las habitualmente más de doscientas voces deben
entonar esta especie de coral en el más absoluto pianísimo
(ppp, indica la partitura) y como también indica mahler "como
una exhalación". Atención al minuto 1´50´´, quizá el momento
más sublime de la interpretación, justo cuando las dos sopranos
cantan "Nos lleva hacia lo alto" en el registro más agudo a la vez
que se funden con los clarinetes.
A partir de este momento...el delirio.



viernes, 22 de agosto de 2008

(37) SCHUMANN: HERZELEID, Op. 107-1

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Die Weiden lassen matt die Zweige hangen,
Und traurig ziehn die Wasser hin:
Sie schaute starr hinab mit bleichen Wangen,
Die unglückselge Träumerin.

Und ihr entfiel ein Strauss von Immortellen,
Er war so schwer von Tränen ja,
Und leise warnend lispelten die Wellen:
Ophelia, Ophelia!

CORAZÓN ROTO

Cuelgan indolentes las ramas de los sauces
Que con tristeza lejos el agua lleva:
Fija está su mirada, pálido su rostro,
La desgraciada soñadora.

De sus manos escapa un manojo de siemprevivas,
Marchitas por el dolor y el llanto,
Mientras con suave aviso las olas susurran:
¡Ofelia, Ofelia!

(Traducción Boccanegra)

DESCARGA: Herzeleid Op. 107/1


William Schakespeare es probablemente el escritor al que
con más frecuencia han recurrido en busca de inspiración
los artistas de las generaciones posteriores. Al igual
que la antigüedad clásica lo fue para él mismo y sus
contemporáneos los personajes schakesperianos han sido
lugar de encuentro de todo tipo de artistas: pintores y
músicos principalmente.
Es el siglo XIX y dentro del movimiento romántico donde
las pasiones relatadas en las obras del escritor inglés
encuentran un especial eco. La fuerza dramática de las
situaciones, el fuerte y definido carácter de los
protagonistas de sus obras así como el gran poder evocador
de la época medieval hacen de las mismas un material
ideal para la creación de los mejores libretos operísticos
posibles. De los títulos más conocidos no necesitamos hacer
referencia, pero sí me gustaría detenerme en algún título que
a alguno podrá sorprender.
Como por ejemplo saber que la primera obra con la que Wagner
se adentra en el mundo de la ópera, "la prohibición de amar",
está inspirada en "Medida por medida", o que "Beatriz y Benedicto"
de Berlioz no es más que la versión operística de "Mucho ruido
y pocas nueces". Por último lamentar que mi compositor de
ópera preferido nunca llevara a término la adaptación de mi
obra preferida de Schakespeare: el "Rey Lear" de Giuseppe Verdi.


John Everett Millais (1829-1896). Autorretrato de 1880

Ofelia (1552)

Y de entre todos sus atribulados personajes uno que encierra las
mejores esencias del movimiento romántico: OFELIA.
La melancolía, la locura, el amor no correspondido, el suicidio son
algunos de los aspectos que encarnados en nuestra protagonista los
artistas quisieron reflejar en sus obras.
Donde Ofelia es especialmente querida es en el mundo de la poesía, y
por tanto del Lied, y en el de la pintura.
En este último campo es donde, ante la posibilidad de retratar a jóvenes
adolescentes en actitud ciertamente sensual y, en ocasiones, llenas de
fuerte carga erótica, a mediados de siglo encontramos numerosos ejemplos.
Movimientos tan dispares como el simbolismo o el más decadente
academicismo pasando por el prerrafaelismo tendrán en nuestra heroína
una inagotable fuente de inspiración.



Robert y Clara en un daguerrotipo de 1850.


Punto excepcional de encuentro entre pintura y música la canción
"Herzeleid", escrita por Robert Schumann en 1852 sobre un poema
de Titus Ulrich y primera de las "seis canciones" op. 107, nos
parece la banda sonora del lienzo que en el mismo año pintara el
fundador de la escuela Prerrafaelita John Everett Millais.
Pintura, texto y música se complementan de manera perfecta en una
obra de arte total, o Gesamtkunstwerk como diría Wagner, en
miniatura. La paz y la serenidad que emanan del rostro, la comunión
con el entorno natural que la rodea (la añorada soledad del bosque),
tienen su equivalente en la serena música de Schumann. Tanto en
una como en la otra la muerte no aparece como algo terrible sino
como ese dulce lugar donde descansar al fin.
Lo más curioso de todo es que ambas obras fueron realizadas el
mismo año pero a cientos de kilómetros de distancia, hallándose en
las dos el mismo espíritu que refleja la narración de la reina Gertrudis
en el acto IV de Hamlet:


GERTRUDIS.- Donde hallaréis un sauce que crece a las orillas
de ese arroyo, repitiendo en las ondas cristalinas la imagen de
sus hojas pálidas. Allí se encaminó, ridículamente coronada de
ranúnculos, ortigas, margaritas y luengas flores purpúreas,
que entre los sencillos labradores se reconocen bajo una
denominación grosera, y las modestas doncellas llaman, dedos
de muerto. Llegada que fue, se quitó la guirnalda, y queriendo
subir a suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un
vástago envidioso, y caen al torrente fatal, ella y todos sus
adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un
rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba
cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su
desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero
no era posible que así durase por mucho espacio.
Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían la
arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo,
la muerte, llena de angustias.

Edición de Hamlet aparecida en Madrid en 1798 y traducida
por F. L. de Moratín bajo el seudónimo de Inarco Celenio.








miércoles, 20 de agosto de 2008

(36) LA MALDICIÓN DE CATALINA

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Si fascinante es todo el siglo XVI en España no lo es menos
en nuestro país vecino, Francia. Y de entre todos los personajes
que protagonizaron su historia es Catalina de Medici sin
dudarlo el más apasionante de todos.
Nacida en la refinada corte florentina de los Medici era hija
de Lorenzo II, duque de Urbino, que a su vez era sobrino de
Lorenzo el magnífico.
Si observáis las dos siguientes imágenes comprenderéis
el poderío económico y cultural que imperaba en dicha corte.

Retrato de Lorenzo II por Rafael

Tumba de Lorenzo II por Miguel Ángel

En 1533 y con tan sólo catorce años Catalina es llevada a Francia
donde se casa con Enrique de
Valois hermano del heredero al trono.
El carácter de la italiana no debió de pasar desapercibido en la
corte y a los tres años de su llegada la Medici ya
empezaba a ser
conocida con apelativos tan cariñosos como "madame
la serpiente"
y posteriormente en el apogeo de su reinado como "la
Reina Negra".




El origen de su, tan ganada a pulso, leyenda negra comienza
el mismo día de la muerte de su cuñado el Delfín. Sin embargo las
sospechas que sobre ella recaen ante lo que parece ser un posible
caso de envenenamiento no impiden que su marido sea proclamado
rey
de Francia en 1547.


Enrique II, rey de Francia (1519-1559)

Incluso antes de llegar al trono Catalina comenzó la transformación
de toda la corte. Su poder se vio considerablemente aumentado con
su subida al trono llenando todo París y los castillos de Fontainebleau
y de Saint Germain de pintores, arquitectos y demás artistas así como
introduciendo singulares novedades en la forma de vestir de los
cortesanos.
También, según las malas lenguas, Catalina fue la
encargada de introducir en Francia ciertos "juegos" entre mujeres
a los que ella era bastante aficionada. La verdad, dudo mucho de que
las francesas, de las que sobradamente conocemos sus habilidades,
esperasen al siglo XVI para comenzar a practicar dichos "juegos".
Sin embargo, frivolidades aparte, un gran escollo se interponía entre
ella y el poder que
legítimamente reclamaba: Diana de Poitiers.


Amante de Enrique II desde mucho antes de que éste ocupara el trono
Diana era, para escarnio de Catalina, reconocida por muchos como
la auténtica reina de Francia.
Aunque culta y refinada, Catalina profesaba como tantos otros
monarcas
europeos, véase Felipe II, una gran devoción por todos
los asuntos
relacionados con las ciencias ocultas. Cuando llegó a
sus manos el
libro de las "Prophecies" escrito por Nostradamus en
1556 no tardó
mucho tiempo, tras devorarlo entusiasmada, en
convocarlo ante
su presencia.
La compañía del astrólogo fue un gran consuelo para
la reina durante
esos años de humillaciones especialmente la noche
que, reunidos
ambos en uno de los salones del palacio en lo que parecía

una sesión más de astrología con su rutinario horóscopo,
Nostradamus ante una sorprendida reina predijo la cercana
muerte
del rey.

Michel de Nostradamus (1503-1566)

Una de las primeras ediciones de "Prophecies"

Tres años más tarde, un 22 de junio, París festejaba por todo lo alto
la boda por poderes de Isabel, la mayor de las hijas de Catalina, con
Felipe II de España. En uno de los torneos y ante el horror de todos
los presentes el rey Enrique es derribado por la lanza del conde de
Montgomery. La lanza le ha atravesado un ojo y la herida es mortal.
Nostradamus relacionado con el incidente a causa de la ya conocida
profecía es acusado de hechicería. Por suerte para él la reina que le
profesa auténtica devoción acude en su ayuda.
Quien no tiene tanta suerte es la pobre, y "viuda", Diana de Poitiers
que caída en desgracia es obligada por Catalina a abandonar el
fabuloso castillo
donde retozaba con su real amante.

Castillo de Chenonceau

Dormitorio de Catalina en Chenonceau

El "estudio verde" en el mismo castillo

Ahora reina su adolescente hijo Francisco y ya libre de toda
amenaza la feliz y poderosa reina madre no ve más preocupación
en el horizonte que el futuro de su numerosa prole. Dos de ellos
han muerto al
poco de nacer pero aún tiene ¡ocho más! por los que
preocuparse.
Impaciente por conocer su futuro la ambiciosa madre
no duda en
consultar el oráculo de Nostradamus.

Francisco II, muerto en 1560 a la temprana edad de 16 años.


Isabel de Valois, reina de España, fallecida en 1568 a los 24 años.

Nostradamus abrumado por la responsabilidad de la empresa inicia
su sesión con la predicción que Catalina, ni en sus mejores sueños,
hubiera imaginado:

"TODOS VUESTROS HIJOS REINARÁN O SERÁN CONSORTES
DE REYES".

La reina no pudiendo contener su emoción anima al mago para
que le cuente más. "Pero, un momento", reflexiona la reina en
un arranque de prudencia "¿no me estarás engatusando con
falsas promesas, verdad?" El cada vez más apesadumbrado mago
no pudiendo esconder su terror intenta zafarse de las presiones de
Catalina: "majestad, os lo ruego, no queráis saber más. Esto es
todo lo que debéis saber y os lo juro ante Dios nuestro Señor que
es la pura verdad. Pero, ahora, ¡dejadme marchar, os lo suplico!".
Catalina en un arranque de ira, sin duda heredado de su padre
Lorenzo, de un salto bloquea la puerta de la cámara mientras,
clavando su mirada en los ojos del cada vez más horrorizado Michel,
con atronadora voz exclama:
"¡hablad, por Dios, o juro por mi sangre que pagaréis con vuestra
vida por lo que le hicisteis a mi esposo!".
No había escapatoria. Nostradamus sabía por experiencia que
nadie en toda Francia sería capaz de contrariar a la reina Medici.
Resignado y derrotado regresa para ocupar de nuevo su asiento
junto a la chimenea.

Hubo un largo silencio que a la reina pareció que le helaba las
venas, tras el cual Michel, mirando fijamente el fuego que parecía
a cada momento más intenso, habló:

"TODOS VUESTROS HIJOS REINARÁN...PERO, UNO A UNO...
LOS VERÉIS MORIR"

Carlos IX, rey de Francia, muerto en 1574 a la edad de 24 años.


Claudia de Valois, duquesa de Lorena. Muere en 1575 a la edad de 28 años.


Francisco de alençon muere en 1584 con 29 años.

A Catalina se le paró el corazón. Cuando el augurio del astrólogo
le era favorable dudó de su sinceridad. Ahora que el abismo se
abría antes sus pies no le cabía la menor duda de que Michel
decía la verdad. Sin articular palabra bajó la cabeza en señal
de sumisión y sin mirar siquiera al mago abandonó el cuarto.

Catalina tenía razón en creer a Nostradamus. Poco a poco y
hasta el día
de su muerte acaecida en enero de 1589 vio como
sus más queridos
hijos iban desapareciendo. ¿Todos? Todos no,
Nostradamus en esto
se equivocó. Los dos más rebeldes, los que
más quebraderos de cabeza
ocasionaron a su madre en sus
últimos años le sobrevivieron, si bien Enrique la siguiría a la tumba
en
tan sólo unos meses.

Enrique III, rey de Francia, falleció en agosto de 1589 a los 38 años.



Sepulcro de Catalina y Enrique II en la basílica de San Denís



Margarita de Valois o Margarita de Navarra (1553-1615) tras su boda
con Enrique III, rey de esa bonita comunidad foral que tras renunciar
a sus creencias hugonotes (ya sabéis que "París bien vale una misa")
se convertiría en Enrique IV de Francia.


La reina Margot, como en el futuro sería conocida, protagonizaría
junto con su madre uno de los acontecimientos más terribles que
se hayan vivido en Europa en los últimos siglos y que acaeció un
24 de agosto de 1572.
Según la leyenda (negra, los franceses también la tienen) todas
las
desgracias que Catalina sufrió en vida y que parecían fruto
de una
terrible maldición eran consecuencia directa de su implicación
en este hecho.


Hoy hace exactamente 436 años de tan sanguinario suceso.
Hoy también es: SAN BARTOLOMÉ.
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